martes, 18 de septiembre de 2012

COMO MAS PUEDO DECIRTE

Cómo más puedo decirte Te amo

De pronto despojándole a la rosa de los vientos

pétalo a pétalo el viento para darte rosa a rosa el día

e infringirte la flor del beso imperecedero

destilado labio a labio de mi amor.

POEMA AXIOMÁTICO

…y si nadie llegase a entender el amor

y tampoco ninguno creyera en la tormenta

ni nadie profesase la palabra

y si todo fuese sombra más allá de la sombra

y el día un deslumbre de la nada

valdría la pena prender el bombillo

leer por el resto de la vida en una misma posición

después del punto seguido el pensamiento sublime

La muerte es el regreso al lugar donde el universo cabe

en una partícula de polvo.

SOY UN HOMBRE FELIZ

Estoy feliz a la hora del zancudo extirpado

Estoy feliz por el sonido de la pisada sobre la hoja seca

Estoy feliz porque recuerdo el silencio de la noche aquella

cuando llegaste con el vino como respuesta afirmativa

de entregar tu desnudez a mi desnudez

Estoy feliz por el viento por el camino por ella con su minifalda al viento

Estoy feliz por el verde el azul el incoloro a las tres en punto

de una centuria cualquiera

Por el domingo en la biblioteca escuchando la caída del lapicero

Por la saudade de aquella luz aventurándole a la palabra

el verbo del pan nuestro de cada día

Bajo esta lluvia sin sombrilla abierta sin dinero en los bolsillos

soy un hombre feliz.

ESPERA INAPLAZABLE

El barrendero de la ciudad del pájaro despojado
de trinos se transfigura en polvo
Polvo verde amarillo exhausto
Polvo demacrado Insignificancia de carne y hueso
de sangre y vértigo
Bandera entre luces en la frontera del plato vacío
Un hombre arregla su bicicleta en la campanilla
de vino negro
Resplandece el camino al compás de 360º
Una mujer a la entrada de la lágrima sin fin
espera al hombre de la escoba en mano
perteneciente al siglo XXV
para recriminarle el humo sin barrer
en el pulmón de la sombra desahuciada.

EL SOMBRERO DE ORO

Desde hace cuarenta y cuatro años, trescientos sesenta y cuatro días, veintitrés horas, cincuenta y nueve minutos, cincuenta y ocho segundos, el hombre del sombrero de oro toca sin descanso en la casa de portón envejecido. Según comentan los ancianos del pueblo, esta puerta se abre, sin ayuda alguna, cada cuarenta y cinco años.

La última vez, cuando la portezuela quedó de par en par, varias personas observaron el levante del sol en la pared del fondo de la sala, mientras la calle radiante se tornó sombría.

Hoy, cuatro décadas y media después, esta vivienda ha abierto de nuevo su puerta de entrada, los peatones observan la luz solar en el salón, aconteciendo a la vez la calle en tinieblas, no obstante, en uno de los bordes de esta oscuridad, se divisa el fulgor de una parte de sombrero, como encajándose en el aire un trozo de oro oblicuo.

CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA